domingo, 16 de junio de 2013

¿Se hizo justicia?

Para Minuto30.com

“Nada se asemeja tanto a la injusticia como una justicia tardía” SENECA

Dijimos hace meses con ocasión de una previa solicitud de libertad de Andrés Felipe Arias, que era necesario modificar las causales para negar la libertad de quien no ha sido condenado. Con una justicia en crisis, la amplitud para el criterio del juez de control de garantías puede atentar, como ocurrió en este caso, contra el cometido mismo de hacer justicia.

El pasado viernes la misma administración de justicia nos dio la razón en tan atrevido predicamento.

El principio de afirmación de la libertad establece que la privación preventiva de la libertad del procesado tiene carácter excepcional. Esto quiere decir que frente al procesado, la libertad es la regla general y la privación de la misma procede solo por vía de excepción, excepciones tales como: impedir la obstrucción de la justicia, garantizar la comparecencia del imputado al proceso y proteger a la comunidad y a las víctimas.

Aunque razonables, las excepciones son amplias y permiten diversidad de criterios por parte del juez con función de control de garantías.

Desde los tiempos de Vivianne Morales se alegó por la Fiscalía que la aplicación de una excepción en el caso de Andres Felipe Arias era para evitar la influencia que en libertad pudiera ejercer Arias sobre los testigos. Este peregrino argumento fue acogido por el Tribunal con función de control de garantías durante casi dos años.

La realidad probatoria del juicio no cambió entre la anterior solicitud de libertad (6 de mayo) y la del pasado viernes 14 de junio. Pero en aquella se negó la libertad y en ésta se le concedió. Si las circunstancias procesales eran las mismas, ¿cómo se explica la contradicción de las dos decisiones? Se explica en la diferencia de criterio de los magistrados que las tomaron.

Como es el hombre quien administra justicia, la diferencia de criterio es previsible y aceptable. Pero cuando lo que está en juego es la libertad personal, injustamente prolongada, esa diferencia de criterio se vuelve inaceptable en un Estado que pregona como principio la afirmación de la libertad.

Decisiones contradictorias frente a un proceso que no tuvo cambios procesales, confirma que la amplitud de criterio para la aplicación de excepciones a ese principio resulta nefasta a los derechos constitucionales que el juez de control de garantías debe garantizar. Esa amplitud de criterio permite, como en este caso, usar el derecho fundamental a la libertad personal con fines políticos, algo absolutamente inaceptable en un estado democrático.

Lo segundo que deja entrever la decisión del viernes pasado es que la Fiscalía está perdiendo la partida, razón además por la cual la defensa desistió de once testimonios.

A la gente del común se le olvida que en un sistema acusatorio la Fiscalía no representa la justicia sino que es una de las partes del proceso penal, por lo cual tiene el deber de ser proba y procesalmente leal, pero no necesariamente justa. Con cometidos fundamentales por supuesto, como investigar y acusar, debe procurar una sentencia acorde con su acusación.

Un gran número de testimonios no significa ni su pertinencia ni su relevancia. De hecho, resulta torpe y costoso sacrificar con número la pertinencia. La Fiscalía le jugó a mecanismos “paraprocesales” como la detención preventiva porque carece de un caso creíble y eficiente para lograr una condena. Si tuviera las pruebas pertinentes y relevantes, el debate probatorio ya se habría cerrado y probablemente ya habría sentencia. Como no lo tiene, le jugó a los paraprocesales, los que ya perdió, no sin haber hecho un daño irreparable en la persona de Arias y su familia.

La Fiscalía no ha sido proba ni procesalmente leal. Y como no tiene como probar “su caso”, conseguirá justicia con la absolución de Arias a un costo enorme para la sociedad por la persecución política para la que se prestó y para la cual no fue creada.             

Este tipo de vergüenzas demuestran que la reforma a la justicia es una necesidad, quizás de las más sentidas que reclama Colombia y en la que este gobierno y el actual congreso fracasaron hace un año estrepitosamente. El país demanda una reforma que de veras consulte los que son los problemas de la justicia que afectan al ciudadano, entre ellos la ética y la morosidad, no una que debata el período de los magistrados o la doble instancia para congresistas.


Mientras tengamos una Fiscalía que en lugar de perseguir el delito se dedique a prepararse para una falsa paz, no podremos esperar que se modifique el vergonzoso índice de imputación del 6% de las denuncias que se formulan ni que se repitan atropellos como el que se le ha inflingido a Arias y a su familia.