viernes, 8 de noviembre de 2013

Una ley injusta con Santos

"Es injusto que un gobernante no pueda inaugurar obras si aspira a la reelección" dijo hoy el presidente Santos ante las advertencias de la Procuraduría por la entrada en vigencia de algunas normas de la ley de garantías. Frente a las obras no se sabe si el comentario es torpe o cínico pues con excepción de las casitas, las inauguraciones más vistosas de los últimos tres años han sido de obras concebidas y contratadas en el gobierno anterior.  

Pero lo que llama la atención no es el tema de las obras ni las autopistas de cuarta generación que tras tres años el gobierno no ha podido poner en marcha, mucho menos inaugurar; es el calificativo de injusticia que Santos le atribuye a una restricción de la ley de garantías con la que se busca preservar el equilibrio democrático.

Eso solo pasa en el país “justo, moderno y seguro” de Santos, que no es la Colombia que vivimos. Ni siquiera la vive Miguel Silva, creador del slogan, hoy radicado en Estados Unidos. Seguramente consciente de la mentira de su creación, decidió irse y esperar a que se cumpla para regresar.

Santos se debe estar “petrizando”, fenómeno capitalino en virtud del cual si una norma no me favorece, es injusta –y seguramente tendrá que cambiarse o violarse-. Santos quiere inaugurar casitas, vestido o en calzoncillos, para alimentar la ilusión de la reelección y desmentir que las locomotoras no hubiesen arrancado, falaz afirmación que acogen las encuestas porque en Palacio hay un problema de comunicaciones que no se ha podido resolver en tres años. Y no se va a resolver porque el problema no es de comunicaciones sino de ejecución; o ¿debería decir falta de ejecución?

Pero que a Santos le parezca injusta la ley de garantías cuando es él quien detenta el poder, demuestra el relativismo de lo que el gobierno actual considera justo. Explica que uno de sus más estruendosos fracasos haya sido precisamente el de la reforma a la justicia y que esa justicia esté hoy permeada por el más inmoral de los talantes políticos: el samperismo.

Para Santos es injusto no poder inaugurar obras públicas pero no es injusto hacerlo cuando esas obras las concibió y contrató el gobierno anterior, como ha ocurrido con la mayoría de las grandes obras que ha inaugurado en los últimos tres años.

Para Santos es injusta la ley de garantías pero no es injusto que las víctimas de las Farc no tengan voz en La Habana y que su derecho a la verdad y a la reparación sea más bien un obstáculo para la paz.   

Para Santos es injusta la ley de garantías pero no resulta injusto que los crímenes de los narcoterroristas de las Farc queden impunes o que los máximos responsables de delitos de lesa humanidad no paguen cárcel por esos crímenes.

Para Santos es injusta la ley de garantías pero no es injusto que mientras los partidos y movimientos políticos tengan que cumplir las reglas de la democracia en las urnas, los narcoterroristas de las Farc tengan una circunscripción especial en el Congreso.

Para Santos es injusta la ley de garantías pero no es injusto haber retenido en Bogotá las regalías de las regiones durante dos años para luego liberarlas como mermelada reeleccionista.

Para Santos es injusta la ley de garantías pero no es injusto que haya miles de militares presos por combatir el terrorismo.

Para Santos es injusta la ley de garantías pero no es injusto perder el mar territorial de Colombia, que las Farc hayan reclutado niños o cometido 57 agresiones armadas o terroristas en 60 días de tregua unilateral. Injusto además que la Fiscal de la Corte Penal Internacional advierta que todo lo anterior debe ser investigado y juzgado.


Podría seguir y seguir pero seguramente sería injusto con Santos porque lo único que parece injusto son las leyes de la República que le incomodan a Santos pero no que la Nación sea presa de los sibaritas de La Habana.