lunes, 23 de julio de 2012

Se buscan precandidatos


Celebro la decisión de Juan Carlos Vélez de lanzar su precandidatura a la presidencia. Que no se vea como un acto político contra Oscar Iván Zuluaga; ni suyo, ni del Centro de Pensamiento Primero Colombia. Antes bien, es una muestra de la convocatoria de las tesis del Puro Centro Democrático, un escenario de convergencia sobre lo fundamental donde otras diferencias tienen cabida y enriquecen el debate. Por eso sería bueno que ese ejemplo lo siguieran otros líderes dispuestos a casarse con los principios de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la inclusión social, lo que a su turno implica comprometerse con la defensa de sus postulados cualquiera que sea el resultado final de esas precandidaturas.

Por eso hay espacio para dos y para más. Que a esos nombres se sumara el de Juan Lozano y que en su caso Marta Lucía Ramírez no lo viera como una traición al Partido Conservador. Si tan solo supiera cuántos conservadores se la juegan por un uribista antes que por un conservador clientelista. El Puro Centro Democrático está por encima de los partidos porque a diferencia de componendas burocráticas o coaliciones electorales como la U, su fuerza está en las ideas, en postulados puestos en práctica por el presidente Uribe durante su mandato. Son suficiente garantía de convocatoria la férrea convicción de que esos postulados funcionan y el clamor de millones de ciudadanos que hoy se sienten traicionados porque el presidente Santos no haya sabido responder a la confianza que el presidente Uribe tuvo con él al encomendarle los tres huevitos.

No se puede caer en el error que ha cometido el Gobierno de confundirse de enemigo. Los áulicos de Santos le dicen al oído y en columnas dominicales que su enemigo es el uribismo y que sus amigos son los huéspedes del vecino país, quienes entran de cuando en vez para sembrar terror, dejando viudas y huérfanos a su paso. Flaco favor le han hecho: iniciará la segunda mitad de su mandato con la reelección perdida y una gobernabilidad herida que solo le sirve a la silenciosa pero disciplinada Marcha Patriótica y a cualquier otra manifestación con objetivos desestabilizadores y anárquicos.

Por eso me resultó bochornoso que tan solo pocas horas después del evento de El Nogal las redes sociales fueran escenario de una contienda entre “zuluaguistas” y “ramiristas” como si se tratara de enemigos. El enemigo es otro y en eso no nos podemos confundir.  

Lo que no puede pasar es que se matriculen malos estudiantes. Porque al “perro no lo capan dos veces” hay que pasar el examen del Puro Centro Democrático y comprometerse con unas reglas de juego, tan prístinas y  elementales como inmunes a la rebeldía y la soberbia. Estamos pagando el precio del olvido de la Seguridad Democrática y hay una lección aprendida. La tarea que sigue implica abandonar los egos personales para rendirle culto a las ideas; diseñar propuestas que no por novedosas, se vayan a salir de esos postulados; jugar limpio y al final del debate, cualesquiera que sean esas reglas, entregar todos sus apoyos a quien resulte candidato único.

Esa dinámica podría de una buena vez callar los ataques mendaces de críticos miopes que ven en cada acto del uribismo un interés reeleccionista. Debe ser difícil aceptar el hecho histórico de un ex presidente con la popularidad del presidente Uribe. Por eso quizás su miopía viene del pánico y no los deja ver que esos actos responden al clamor de otros latinoamericanos que hoy viven las consecuencias del llamado socialismo del siglo XXI, una enfermedad que sigue haciendo males por todo el continente. El presidente Uribe está llamado a liderar el foro democrático latinoamericano que desnude las tristes consecuencias que está teniendo el Foro de Sao Pablo en Latinoamérica.

Mientras tanto, que sigan las precandidaturas. Como en una licitación, que precalifiquen todos los que estén dispuestos a pasar el examen del PCD y a defenderlo hoy y mañana, cualquiera que sea el resultado de la adjudicación. Más aún, que en esa justa se destaquen por otras diferencias y no por el descrédito de las de sus contendores pero que antes de jugar la clasificación, se comprometan con las reglas de juego para que al final, la adjudicación de la precandidatura, más que a un precandidato, siga siendo a un ideario. Esa es la lección de la coherencia, que a propósito, es una de las responsables de la popularidad del presidente Uribe que tanto trasnocha a sus detractores.

¡Bien por Oscar Iván Zuluaga! ¡Bien por Juan Carlos Vélez! ¿Más nombres? Ojalá. Buen trabajo CPPC.         

jueves, 19 de julio de 2012

Dos talantes para Enjuto y Baltasar



 A finales de agosto de 2002 ante el puesto fronterizo de Paraguachón se presentó el ciudadano español Carlos Daniel Enjuto Domínguez, quien solicitó ingresar al país con fines turísticos. El funcionario del DAS que atendía la ventanilla de inmigración selló su pasaporte y le concedió 30 días de estadía.

No habrían pasado dos semanas y el mentiroso tunante fue pillado en Icononzo agitando e incitando cerca de 2000 campesinos que en aquellos días pretendían llevar a cabo una gran movilización que debía desembocar en el consabido paro agrario que tanto seduce a la guerrilla de las Farc, históricamente presente en el oriente y sur del Tolima.

El ciudadano español alegó que era integrante de una ONG cuyo objetivo consistía en “visibilizar” la situación del campesinado colombiano, al cual describió como “explotado, vilipendiado y violentado por fuerzas estatales y paraestatales”. Ante los atónitos agentes que lo detuvieron, esgrimió credenciales que lo presentaban como miembro de la rimbombante “Organización Solidaria para Asia, África y América Latina”, creyendo que el carné con llamativo logotipo tramaría a los miembros de la fuerza pública que apenas comenzaban a poner en marcha la Política de Seguridad Democrática.

Fue detenido y entregado a Extranjería, que no dudó en cumplir las normas migratorias que indican deportación por el propósito indebido a la declaración de ingreso al territorio colombiano. Fue encaramado en el siguiente vuelo de Iberia con destino a Madrid y la prohibición de volver a poner pies en Colombia.

Eran tiempos en los que el gobierno mostraba cero tolerancia con los extranjeros que vinieran a nuestro país a promover o alentar alteraciones del orden público. Para el presidente Uribe no era admisible que mientras los soldados y policías de la Patria se jugaban la vida por lograr el establecimiento de un orden legal y pacífico en el territorio nacional, ciudadanos de ultramar vinieran a promover o a hacer eco de manifestaciones sociales en las que la mano negra de los terroristas era evidente, como parece mostrarse actualmente en el Cauca.

Recuerdo ese episodio puesto que esta semana el país supo de la presencia no autorizada e inconsulta de dos ciudadanos españoles, quizás no tan anónimos como el Enjuto de marras, en la zona donde se adelanta la sublevación de indígenas caucanos: Baltasar Garzón y su hijo tocayo a quien se conoce con el mote de “El Balti”.

En medio de la barahúnda y del zafarrancho surgió la imagen de esos dos ciudadanos extranjeros que defendieron su presencia allí argumentando que buscaban mecanismos de solución pacífica a la crisis.

Pero ni el gobierno ni nadie los había autorizado. Sabemos que el condenado ex juez Garzón está en Colombia gracias a la fina atención del presidente Santos. Su mandato acá es limitado y debe circunscribirse a las tareas puntuales que le ponga su jefe, que en la teoría es la OEA, organismo que tampoco está autorizado para enviar a ninguno de sus funcionarios a la zona de guerra en la que se convirtió el departamento del Cauca.

La pregunta obvia que muchos nos hacemos es ¿por qué el gobierno del presidente Uribe sí hacía cumplir la ley migratoria expulsando in límine a Enjuto y ahora el presidente Santos se frunce para tomar una medida semejante frente a los señores Garzón?

La única respuesta que puede dársele al interrogante no es lo que puede haber de Enjuto a Baltasar, sino las diferencias entre los principios que inspiran el talante del presidente de hoy y los que inspiran el talante del presidente de la Seguridad Democrática, Álvaro Uribe Vélez.

lunes, 2 de julio de 2012

Consejos en el laberinto


El golpe Gallup de la semana pasada nos ha tenido a la expectativa de la reacción del gobierno porque no obstante la soberbia de este último -con claros visos de negación-, las cifras muestran que le está costando la reelección. Puede seguir pretendiendo exculparse del fiasco de la reforma a la justicia, como torpemente insistió el Presidente el sábado desde Pasto, y justificar la salida inconstitucional que le propinó, pero no puede negar una muy temprana impopularidad y el hecho de que es el país de a pie el que le está pasando la factura.

Hasta los más fieles aduladores de su gestión han salido a proponer toda suerte de excusas y recomendaciones, amén de apaciguar a las hordas. Hay quienes le dicen que recomponga el gabinete porque los culpables son sus ministros; otros le insisten en “escuchar” a la gente, sabrá Dios para qué pues si algo ha caracterizado a este gobierno es la soberbia. Otros culpan la estrategia de comunicaciones del Gobierno y su incapacidad para mostrar las ejecutorias que las encuestas no reconocen. La verdad es que las locomotoras no han arrancado y los números que el Presidente presenta en materia de empleo e inversión no son sostenibles. El primero es coyuntural y responde a la “reconstrucción de la ola invernal”; adicionalmente, algunas de las medidas del Plan de Acción, aunque buenas, lo están castigando. Por su parte, la inversión se va a castigar por efectos internacionales fuera de su control pero también por la demora en infraestructura y el nuevo código minero. 


Otros consejeros, los más pragmáticos, le sugieren borrar con el codo lo que escribió con la mano y acometer una reforma a la justicia desde el gobierno, a punta de decretos, para constituirse en redentor del clamor popular, prescindiendo del impopular congreso y las cortes, una propuesta solo parcialmente posible que además desconoce que el traspiés de la reforma a la justicia fue tan solo la punta del iceberg. A El Tiempo hay que declararlo fuera de concurso. Sus editoriales ya no son ni babosos, por no decir irresponsables; dan ternura.

Las primeras de cambio apuntan a la recuperación de la seguridad, lo que parecería apenas obvio cuando es el área en la que las encuestas le han dado más duro, no solo esta vez sino en los trimestres anteriores. No diré lo que con razón diría Alvaro Uribe, que no ha dicho y tampoco dirá: se lo dije y se lo advertí. Pero parece así demostrarlo el incremento en el número e intensidad de los consejos de seguridad de las últimas horas. Hago también caso omiso del oso presidencial de ufanarse por Twitter de la duración del de Pasto.  

Llama la atención la inusual recomendación que hizo el presidente Santos de la columna del general Valencia Tovar. Los pocos que hemos leído al General por años y quienes como yo lo hemos tenido en tan alta estima, no lo reconocemos como autor de esa columna. Al principio se lo atribuí a una injusta y triste consecuencia de los años, pero luego me enteré que un hijo del General es asesor del Ministerio de Defensa. Y se estrena como columnista el general Naranjo con una opinión que no estoy seguro de haber entendido pero acaso en la misma línea de la del general Valencia. Con pretensiones de fiscal de la vanidad, olvida que buena parte del problema radica en la vanidad del gobierno mismo, por la que está pagando un precio muy alto y fue abucheado. Reconozco en el general Naranjo un hombre valioso y un policía como pocos. Prefiero pensar que simplemente no goza como escritor de la destreza que despliega en otras de sus conocidas cualidades personales y habilidades profesionales.

Pero si fuera cierto que la sacudida del gobierno está por la recuperación de la seguridad (a secas y sin “democrática” para no ofender el ego presidencial), el panorama me resulta igualmente desolador. La estrategia implementada desde el Ministerio ha sido la de arrinconar a los terroristas en lugares que el mismo Ministerio califica de “remotos” y “sacarlos de sus madrigueras” como hace poco hizo eco el Presidente desde Buga. Pero los actos terroristas recientes demuestran que sus autores no están en ninguna madriguera como claramente lo demuestra el atentado a Fernando Londoño en plena 74 con Caracas en Bogotá. El informe del SIMCI que el gobierno impidió publicar la semana pasada revela un aumento en la minería ilegal y un aumento del 3% en el área sembrada de coca, coincidiendo en el mapa con las zonas donde se mueven las FARC. Pero lo que es más grave, sus cabecillas se encuentran en Venezuela y Santos ya ha demostrado que no va a incomodar al Dictador cuando la Oculta Agenda de Paz tiene su epicentro en Caracas (la ciudad, no la avenida).

De ahí la infame columna “Póquer Sangriento” de León Valencia. Como contratista del gobierno en estos temas sabe mejor que nadie que la recuperación de la seguridad nacional no va a ser posible mientras esté supeditada a la Oculta Agenda de Paz desde la cual se fraguó el pérfido Marco Jurídico para la Paz. La ciudadanía parece no entender sus graves implicaciones ni el hecho de que ese Marco existe gracias a la mermelada que venía en la hundida reforma a la justicia. Pero como Santos, la ciudadanía está tan obsesionada con la paz, que no reparó ni reconoce que lo que hoy critica de la extinta reforma a la justicia, está íntimamente ligado con el famoso Marco. Por eso es que Valencia no se desgasta en grandes consejos sino en sus bajos instintos. Al principio pensé que se había contagiado de la enfermiza obsesión de su vecino editorial Coronell. Luego entendí que él sí sabe que el esfuerzo gubernamental será en vano y que más vale dedicarse al mezquino intento de tratar de dañar al presidente Uribe antes que darle la razón y recuperar la seguridad democrática. Así como le auguro poco éxito a la recuperación de la seguridad mientras exista la Oculta Agenda de Paz, menos éxito le auguro a la bellaquería que propone Valencia.

Si a eso se reduce la reacción del gobierno, en efecto se viene una aguda "samperización", enfermedad de profunda indignidad con pronóstico tan letal, que no aguanta los dos años que le quedan a Santos.