sábado, 27 de abril de 2013

La carta de Restrepo


La carta que desde el exilio les remitió el ex Alto Comisionado para la Paz al ex presidente Uribe y a los precandidatos del Centro Democrático, merece ser leída sin afanes, pero sobre todo entendida. Se equivocan los medios que la han titulado como un apoyo al actual proceso de diálogos que adelanta el gobierno en La Habana.

No hay una sola línea de la misiva en la que se lea un apoyo al proceso de paz actual. Por el contrario, es una fuerte crítica al modelo que el gobierno está implementando en La Habana, pues a lo largo del texto lo que se lee de Restrepo es una reivindicación de la política de paz del gobierno anterior.

La Seguridad Democrática es, ante todo y sobre todo, una gran política de paz. Cuando el presidente Uribe lanzó su candidatura de 2002 apoyada  en un “Manifiesto Democrático” de 100 puntos, trazó los lineamientos básicos para lograr la reconciliación nacional. Nos propuso a los colombianos que buscaría el diálogo con los violentos siempre y cuando se cumplieran unos puntos fundamentales: voluntad de paz y un cese previo de hostilidades por parte de los ilegales. Aquellas condiciones fueron inamovibles y son las mismas que hoy recoge Luis Carlos Restrepo en su carta.

Son pocos los colombianos que no anhelan un país en paz y entre ellos no nos contamos los uribistas. Nosotros no solo la queremos, sino que la hicimos en el gobierno de la Seguridad Democrática. Fueron más de 50 mil hombres integrantes de los grupos armados ilegales que depusieron sus armas. 35 mil mal llamados paramilitares y 18 mil guerrilleros; y con ninguno de ellos se negoció la agenda política nacional.

El uribismo entiende la paz como el resultado de un acuerdo entre el gobierno y los ciudadanos, el cual se le impone a los alzados ilegalmente en armas. No son ellos los que fijan las condiciones, sino el pueblo a través de un mandato claro.

Recordemos el proceso de paz con las autodefensas. El país estuvo de acuerdo con la negociación, pero con unas reglas claras: cese de la violencia, no representatividad política para los desmovilizados, reparación a las víctimas, penas efectivas de cárcel y cero negociación de la extradición. Todos esos elementos fueron recogidos en la ley 975 de Justicia y Paz. Los “paras” incursos en delitos atroces están tras las rejas, sus jefes extraditados y ninguno de ellos tuvo ni tendrá la posibilidad de acceder a cargos públicos. Eso fue lo que la ciudadanía exigió y lo que coherentemente el gobierno, representado por Luis Carlos Restrepo, impuso en la mesa de negociación.

El ex Alto Comisionado ha hecho un importantísimo aporte al debate político que se adelanta al interior del Centro Democrático. Con su carta, rompe de una vez por todas el malicioso argumento de que los uribistas somos gentes de guerra. Pone de manifiesto que somos lo contrario: que queremos la paz y que soñamos con una nación reconciliada pero no bajo las condiciones de nuestros victimarios, sino las que demande la ciudadanía.

No es hora de caer en paroxismos, ni en caricaturizaciones. Restrepo ha puesto el dedo en la llaga al proponer muy oportunamente que es hora de que los uribistas le expongamos a la sociedad una alternativa de paz en la que el acento se pose sobre la ciudadanía y las víctimas, no en beneficio de los ilegales.

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