Mano
negra, tiburones, perros, rufián de esquina y aves de mal
agüero son algunos de los adjetivos peyorativos que el presidente Juan
Manuel Santos ha utilizado para referirse al ex presidente Uribe o al uribismo,
según sean las circunstancias.
Cada una de esas calificaciones ha sido
lanzada en momentos en los cuales el gobierno ha atravesado terrenos dificultosos, a
manera de cortina de humo. Así pues, el uribismo que le sirvió a Santos para ganar
las elecciones, ahora le funciona como depositario de sus ofensas y ataques
para desviar la atención de la opinión pública.
Durante los 8 años del gobierno de Uribe,
los colombianos nos acostumbramos a un presidente capaz de asumir personalmente
las peores dificultades y de enfrentar los debates sin necesidad de recurrir a
terceros o escuderos de oficio.
Todo ha cambiado. El mandatario de hoy
dice con risita socarrona que tiene como mantra no pelear con Uribe, mientras
que pone a su mejor amigo a escribir columnas humillantes contra su antecesor y
a su canciller a decir cosas inexactas respecto del comportamiento de quien con
valor patriótico ha defendido la integridad territorial frente a un fallo antijurídico y abiertamente lesivo de los intereses nacionales.
Hay quienes dicen que Santos, como se
dice coloquialmente, se le volteó al uribismo. No creo que eso haya sido así;
estoy convencido de que él nunca hizo parte de esta doctrina ideológica que
defendemos millones de colombianos. Durante 4 años, Juan Manuel Santos simuló
ser lo que no era, mientras en medio de la penumbra mantenía debidamente
aceitado al equipo de asesores que hoy hace las veces de guardia pretoriana del
régimen.
Sin caer en teorías conspirativas, no
tengo dudas de que esa guardia es la que se ha encargado de trazar toda una
estrategia de descrédito y criminalización del uribismo. Creyeron que con dos
altos funcionarios presos, unos cuantos más investigados y acosados, el
uribismo sucumbiría. Las cosas no les han salido como ellos esperaban. Antes
bien, el respaldo al ex presidente ha ido creciendo de tal manera que hoy nadie
duda que en el 2014 la relación de fuerzas políticas le será adversa a Santos y
favorable a Uribe.
Pero el gobierno en vez de aceptar con
humildad que se ha equivocado y que la democracia emitirá un implacable
veredicto en las elecciones venideras, insiste en su incorrecta estrategia de
acriminar a Álvaro Uribe para evadir la discusión pública de los grandes
asuntos nacionales. El último episodio, relacionado con Santoyo, en el que el
propio general Naranjo tuvo que salir a decir que Santos estaba mintiendo, es
prueba irrefutable y suficiente de que el presidente Santos prefiere inventar
historias antes de enfrentar el debate político de fondo en relación con el
fallo sobre el mar territorial que nos fue usurpado.
Ya que el presidente ha depositado su
destino en manos de sus guardianes, no sobraría que les advierta que entre más
tiempo inviertan tratando de acabar al uribismo, más estruendosa e irreparable
será la caída de un gobierno que ha perdido un elemento fundamental para el
ejercicio del poder: la confianza de los ciudadanos.
Podemos entonces concluir:
ResponderEliminar1. Uribe nunca decifró a Santos.
2. Uribe cometió un error al elegir a Santos como ministro de defensa.
3. Ahora Uribe y los colombianos estamos pagando ese error.
descifró
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